domingo, 17 de junio de 2018

A vueltas con el deporte

El viernes por la tarde, en una tertulia de la radio, debatían sobre el deporte. Los tres contertulios y la moderadora hablaban con esa superioridad intelectual de quien lee a autores que ni dios conoce y llega al éxtasis admirando los cuadros que están almacenados en los sótanos de El Prado, que por cierto, ellos y unos poquitos privilegiados son los únicos que los han podido ver, no como Las Meninas, dónde va a parar.


Uno de ellos soltó una prerorata anodina sobre el fútbol que sólo servía para demostrar su impagable erudición, pero ninguno se declaró amante del deporte, ni de su práctica, ni del espectáculo que genera, sino todo lo contrario  ¡Menudo debate donde todos tienen la misma posición!

Puedo comprender la emoción que se siente contemplando una obra maestra de la pintura, pero ¿por qué desdeñar lo que sentimos cientos de millones de seres humanos al ver como Maradona cruzaba todo el campo dejando atrás a sus rivales por el suelo y marcando el más hermoso gol que he visto en mi vida? ¿Ha habido un alegato más indiscutible contra cualquier supremacismo racial que las cuatro medallas de oro de Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936? ¿O la entrada de Abebe Bikila bajo el arco triunfal de Constantino en los de Roma del 60?

En 1995, Nelson Mandela utilizó la victoria de la selección sudafricana de rugby (Eastwood lo cuenta magistralmente en la película Invictus) para construir una nueva identidad nacional que superase la vergonzosa etapa del apartheid. Parece ser que Mandela se inspiró, tres años antes, en los Juegos de Barcelona, donde España demostró al mundo sus verdaderas capacidades. Como puede verse, en la época de Internet, la erudición no tiene tanto mérito 😉

Así que les pediría a estos genios que por la mañana resuelven un problema judicial desgarrador, a la tarde solucionan el conflicto del independentismo catalán, y por la noche se atreven con la quiebra del sistema público de pensiones ¡y todo en el mismo día y mañana más! que nos dejen a la gente sencilla disfrutar de cositas simples y carentes de enjundia. Ver a Fermín Cacho cruzar la meta en zapatillas, después de encontrar el hueco imposible, es una de ellas.


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